Comentario del Libro - Historia de Israel – John Bright
Describir la
historia de Israel es una tarea extremadamente compleja, fue tal la masacre que
desato Nabucodonor en la capital de Juda, que de un golpe termino su existencia
nacional, la población fue completamente diezmada, de los deportados a babilonia
muchos debieron morir en batalla, inanición y enfermedad otros fueron
ejecutados, mientras que otros huyeron para salvar sus vidas, probablemente la
población de Juda que sobrepasaba los 250.000, después de la deportación del
597 apenas llegarían un poco más de 20.000 a Babilonia, esta última cifra lo
componían la elite de los dirigentes políticos, eclesiásticos e intelectuales
del país y solo por esa razón fueron seleccionados.
Muchos abandonaron
el suelo patrio para buscar seguridad en otras partes, un número considerable
se encamino a Egipto, Moab, Edom y Ammón, es probable que las regiones
israelitas de Samaría, Galilea y Transjordania recibieran también una afluencia
de fugitivos, con esto Israel estaba comenzando a dispersarse entre las naciones
(dt 28,64) nunca volvería a estar identificado con ninguna entidad política o
(área geográfica). Nunca más podrían darse un retorno completo a su antigua
nación, sin duda esperaban con fuerza seguridad y esperanza.
La caída de
Jerusalén, con el Templo reducido a escombros entre ruinas ennegrecidas
conllevo a que la teología de Israel estuviese en crisis. El dogma sobre el que
se fundamentaba el estado y el culto había recibido un golpe mortal. Dogma que
aseguraba la elección eterna de Sión por parte de Yahvéh, como su trono
terrenal y descansaba en las promesas incondicionales hechas a David, de una
dinastía sin fin. Al amparo de este dogma, la nación descanso segura hasta que
Nabucodonosor abatió al pueblo judío de una manera totalmente irreparable, con
todo esto, nunca más este dogma podría ser mantenido en su precisa estructura
antigua.
El exilio probó fuertemente la fe de Israel hasta el
extremo. Todo lo logrado no fue algo que sucedió automáticamente, sino sólo a
base de un profundo examen de conciencia. Su fe siempre había sido en todos sus
periodos, siempre de carácter monoteísta, desde sus comienzos había dado lugar
a un solo Dios, habían declarado que los dioses paganos era nonadas, <<no
dioses>>. Pero cuando el estado y la teología nacional sucumbieron bajo
los asaltos de un poder pagano … ¿Qué habrán pensado?, ¿eran nonadas los dioses
de Babilonia?, ¿no eran realmente dioses poderosos?, así debieron razonar
muchos judíos entre sí. Por eso, la tentación de abandonar por completo la fe
ancestral se agudizo hasta el extremo.
El futuro que los
exiliados esperaban era el de una eventual restauración en la patria. Esta
esperanza no murió nunca. el núcleo sólido de la comunidad exílica rehusó
aceptar la situación como definitiva. Esto sucedió, en parte, sin duda, debido
a que los exiliados sintieron que su estado era provisional, un internamiento
más que un verdadero asenta- miento. Fue también debido a que sus profetas, a
pesar de todas sus amenazas contra la nación, habían continuado, no obstante,
asegurándoles que el propósito de Yahvéh era la restauración definitiva de su
pueblo, y precisamente en la tierra prometida (p. e. Ez. cap. 37). Por tanto,
sólo ellos podían considerar el exilio como un intermedio.
Cuando sopesamos
la calamidad que soporto Israel, causa asombro que no fuese absorbido por el
torbellino de la historia del mismo modo que otras pequeñas naciones del oeste de Asia y que no perdiera para siempre su
identidad como pueblo. Aunque no podemos decir con precisión cómo o dónde, fueron
celosamente preservados los recuerdos y tradiciones del pasado que, poniendo a
la vista una recopilación de los favores pasados de Yahvéh hacia su pueblo, y
sosteniendo al mismo tiempo una ardiente esperanza para el futuro, fueron la esperanza
de la comunidad. Y si hemos de preguntarnos como lograron perseverar, la
respuesta esta seguramente es su fe, fe que dio comienzo a su existencia.
Asignatura: Cultura Vetero y Neo Testamentaria
Profesor: Manuel Díaz Bascur
Alumno: Juan Pablo Bustos Sáez.
Edición: 15-09-2019